patricio_hidalgo

Patricio

Hidalgo

Del trazo al flamenco. Series y Aproximaciones

Pintura

3.07.15 / 6.09.15

Del trazo al flamenco. Series y Aproximaciones

Del Trazo al Flamenco. Series y Aproximaciones se podrá visitar en el Museo de Arte Contemporáneo José María Moreno Galván hasta el próximo 6 de septiembre.

El arte me parece sobre todo un estado del alma (Marc Chagall)

En consonancia con esta cita del pintor ruso Marc Chagall, ha afirmado en alguna ocasión Patricio Hidalgo que el flamenco es para ´le un “alimento espiritual”, un alimento, añadimos nosotros, que alcanza forma y expresión en su pintura como pocas veces lo ha hecho a lo largo de la historia del arte. La pintura y el flamenco son, pues, las dos instancias en torno a las cuales transita la búsqueda estética de este artista, que ha logrado insertarse en una tradición iniciada en el romanticismo y que alcanzó sus más altas cotas con las vanguardias y las postvanguardias.

Desde sus comienzos, Patricio Hidalgo (Ibiza, 1979) ha orientado su indagación plástica hacia esta vertebración de flamenco y pintura, partiendo de su pertenencia sanguínea a esa matriz del cante jondo que es La Puebla de Cazalla, e instándose en ella tras un periplo de formación académica que recorrió las universidades de Barcelona, Madrid y Sevilla, donde se licenció en Bellas Artes. No es gratuito el que acabara instalándose allí, sino fruto de su tentativa por adentrarse en el flamenco, por penetrarlo y hacerlo suyo, y por dejarse tomar por él. Solo así ha sido posible que el flamenco alcanzara en su pintura verdadera expresión formal, sin impostura, con verdad, con jondura.

En esta indagación plástica sobre el flamenco, Patricio Hidalgo trabaja con tres elementos fundamentales: la mancha, el grito y el gesto. Su pintura parte de la mancha y de los lugares insospechados adonde esta le conduce. Confía en la mancha, en el poder de la abstracción, en la expresividad de lo matérico. Y tiene claro que el origen de la pintura está ahí, en esa mancha informe que se concreta en el dibujo y pasa del caos a la armonía, pero permaneciendo libre, insobornable a toda las relación de dominio. El proceso del arte, en sus fundamentos, es de lo abstracto a lo concreto, y no al contrario. En este sentido, decía Cézanne que “el pintor concreta, por medio del dibujo y el color, sus sensaciones y sus percepciones”. Pero la forma no llega sola. Exige trabajo, búsqueda, cultivo de la mancha y de su azarosa arbitrariedad. Patricio Hidalgo recorre así el camino que va de la abstracción a lo concreto, de la mancha al dibujo y la figuración, de lo emocional a lo racional, del azar a la medida. Por otra parte, al igual que el origen de la pintura está en la abstracción, el cante jondo deriva del grito. Si todo el lenguaje es grito domesticado y sigue conservando su origen, su grito germinal, su sabor a “tierra” y a “primer llanto”, en el decir de la poeta Paca Aguirre. Pocos pintores han sabido congelar el grito como Patricio Hidalgo, hacerlo resonar desde el aparente silencio del lienzo o el papel, ponernos en escucha. Finalmente, el gesto: en los tocaores que se funden en una sola figura con sus guitarras; en los cantaores que sacan de sí sus entrañas a través del quejío; en las bailaoras que con sus movimientos abisales detienen el tiempo y su demolición. El gesto es ese “instante hermoso” del que nos hablaba Diderot, el momento preciso en que la acción presenta su máximo de belleza, claridad, expresión. En este trabajo del pintor, que es una anatomía de la expresividad del gesto, son sentimientos, y la rapidez de la ejecución, en la que Patricio Hidalgo es un maestro. Por eso, entre otras razones, el flamenco es un terreno propicio para él, por tratarse de un arte en permanente acción, siempre vivo, conjura contra la muerte. Por eso y porque es un pintor con compás, que ha sido capaz de alcanzar esa extraña mezcla de proporción armónica y agónica expresividad que caracteriza al flamenco; al flamenco cuando duele, el de Talega, el de Fernanda.

La mancha, el grito, el gesto. El vals de las artes desde su origen informe a su sublimación estética, del grito al cante, de la mancha al dibujo, del caos a la belleza y de la belleza al caos, e un “eterno retorno” que nunca se desliga de su origen primitivo. Quizás por eso confiesa Patricio Hidalgo que desde niño buscaba al flamenco. Lo que quizás no sabe ni aún sospecha es que era el flamenco quien lo buscaba a él.

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