JOSÉ MARÍA MORENO GALVÁN
La Puebla de Cazalla (Sevilla), 1923 – Madrid, 1981

José María Moreno Galván fue una figura decisiva en el marco de la cultura española durante la segunda mitad del siglo XX, fundamentalmente desde su ejercicio de la teoría y la crítica de arte. De especial relevancia fueron sus textos y reflexiones acerca del arte español de la llamada «segunda vanguardia», con el informalismo como principal foco de atención, y sobre el arte latinoamericano del siglo XX, campo de estudio prácticamente inédito entonces en nuestro país. Cabe destacar asimismo su intenso activismo cultural y político, desarrollado desde su militancia en el Partido Comunista de España y desde su participación en diferentes proyectos de resistencia antifranquista.

Nació en 1923 en La Puebla de Cazalla, en plena campiña sevillana; pueblo «desesperadamente blanco, desesperadamente ahogado entre olivares», como él mismo lo describió. Allí trascurrieron su infancia y adolescencia, compartiendo con su hermano, el futuro pintor Francisco Moreno Galván, una temprana afición por el arte. Tras vivir varios años entre Sevilla y su pueblo natal, y con una formación autodidacta hasta entonces, el acontecimiento que marcó la incorporación de José María Moreno Galván al mundo de arte fue su presencia en la I Bienal Hispanoamericana de Arte, celebrada en Madrid entre 1951 y 1952, y en la cual desempeñó tareas administrativas. Al concluir Bienal, decidió instalarse en la capital y se matriculó en la Escuela Oficial de Periodismo, compaginando sus estudios con trabajos de diversa índole. Estos comienzos de los 50 fueron años de intenso estudio para él, dedicándose a profundizar en sus conocimientos sobre arte y estética a través de autores como Walter Pater, Apollinaire, Malraux, Wölfflin, Berenson, Worringer o Eugenio D’Ors. Ya por entonces empezó también a ejercer la crítica de arte para diferentes revistas como Mundo Hispánico, Cuadernos Hispanoamericanos, Correo Literario, Papeles de son Armadans, Gaceta Ilustrada o Goya. Participó además en algunos de los eventos artísticos más relevantes del momento, como el Congreso de Arte Abstracto de Santander -1953- o el I Salón de Nacional de Arte No Figurativo -1956-. Cabe mencionar que merced a este último, tuvo la oportunidad de viajar a Cannes y conocer en persona a su admirado Picasso, experiencia de radical importancia para él, pues lo consideraba el verdadero «fundador de la pintura del siglo XX» y el eje de la esencial «problematicidad» del arte moderno. En estos años se ocupó asimismo de la dirección artística de la Galería Darro, en Madrid, donde entre 1959 y 1963 realizó el comisariado de destacadas exposiciones sobre el arte español de preguerra, el informalismo, Equipo 57 o el Grupo Signo, de Chile. De este modo, José María Moreno Galván se fue incorporando a la escena artística e intelectual del país, en la cual sorprendieron desde primera hora su particular ejercicio de la crítica de arte, capaz de conciliar sus vastos conocimientos y el rigor de la teoría estética con la pasión del espectador entusiasta. En esta peculiar manera de mirar e interpretar el arte, nunca dejó de tener presente que la función del crítico era ejercer de «mediador» entre los artistas y el público, asumiendo así como responsabilidad social propia la tarea de acercar al pueblo al complejo fenómeno del arte contemporáneo y ayudarlo a su comprensión. En este sentido, ha destacado Noemí de Haro en los textos de crítica de Moreno Galván su «voluntad de ser divulgativo» respecto al conocimiento del arte y por su negativa a «escribir para los eruditos».

En cuanto a su labor de agitación política, hemos de ubicarla entre las décadas de los 60 y 70, y ligada al Partido Comunista de España, entonces en la clandestinidad, así como al cada vez más agitado mundo universitario y a diferentes asambleas y tertulias intelectuales de tendencia antifranquista, como la del Café Pelayo. En esta línea, tendrían especial significación para su trayectoria su activa presencia en los homenajes a Machado en Colliure -1959- y Baeza -1966-, y su participación en episodios como la Asamblea contra la represión de la Facultad de Económicas -1966-, la Asamblea estudiantil pro-amnistía de la Facultad de Ciencias Políticas y Económicas de Somosaguas -1970-, o el homenaje a Picasso organizado en la Facultad de Ciencias de la Universidad Complutense -1971-. A excepción de Colliure, todos estos casos se saldaron para Moreno Galván con detenciones, multas y encarcelamientos, generando en algunos casos movimientos de protesta pidiendo su excarcelación, como el famoso encierro de intelectuales y artistas en el Museo del Prado. Todo ello, por otra parte, dio un amplio eco a su voz como crítico de arte y a su autoridad como intelectual comprometido, convirtiéndose en una suerte de símbolo de la lucha antifranquista entre los estudiantes, los intelectuales y los jóvenes artistas.

Moreno Galván se convirtió así
en uno de los teóricos y críticos de arte
más influyentes de su tiempo

Sobre todo, en relación a las nuevas corrientes y a los artistas emergentes. Alcanzó además una notoria proyección internacional, como evidencian la invitación a participar en el XVIII Congreso de la Asociación Internacional de Críticos de Arte, celebrado en 1966 en Praga y Bratislava, o el decisivo papel que desempeñó a partir de 1971 en el Comité Internacional de Solidaridad Artística con Chile, desde el cual se formó la colección de arte contemporáneo que actualmente alberga el Museo de la Solidaridad Salvador Allende, de Santiago de Chile

Volviendo al campo del arte, Moreno Galván puso el foco desde sus comienzos en el arte español y latinoamericano, especialmente en sus manifestaciones contemporáneas. Así, por sus primeros textos de crítica de arte vemos desfilar a artistas como Miró, Vázquez Díaz, Ortega Muñoz, Diego Rivera, Wilfredo Lam, Guayasamín, Pablo Serrano, Tàpies, Oteiza, Chillida… Ese foco, sin embargo, se iría orientando cada vez más hacia el arte español, que se convertiría al cabo en el eje central de su obra, encontrando uno de sus más certeros análisis en un ciclo de conferencias que impartió en Madrid en 1958, bajo el título «Lo español en el arte contemporáneo». Fruto de estas primeras indagaciones publicaría su primera obra, Introducción a la pintura española actual -1960-, donde trazó una exhaustiva panorámica de la misma. Con el tiempo y pese a que su labor como crítico le obligaba a atender a multitud de artistas y exposiciones, sus trabajos teóricos se fueron centrando en el informalismo español. No solo escribió textos sobre artistas como Tàpies, Tharrats, Millares o Saura, sino que vio en el informalismo la consumación de aquella aspiración de las vanguardias históricas por acabar con los últimos restos del clasicismo en el arte y por liquidar los límites entre el arte y el mundo, para así poder reinstalar «el arte en la vida». A esta corriente le dedicó, además, sus otras dos obras centrales: Autocrítica del arte -1965- y Pintura española. La última vanguardia -1969-. Estamos ante su etapa sin duda más prolífica, las décadas de los 60 y 70, en las que sus principales plataformas de expresión fueron las revistas Artes y Triunfo. La obra de José María Moreno Galván se completa así con aproximadamente un millar de artículos que publicó en diarios y revistas, casi un centenar de catálogos y folletos de exposiciones, y los tres libros citados, además de algunas breves monografías, como las dedicadas a Pablo Serrano-1965- y a Manolo Millares -1970-. El conjunto constituye una extraordinaria documentación sobre el arte español del siglo XX y abrió en su momento un renovador planteamiento de algunas de las cuestiones candentes en la estética contemporánea, como las fronteras difusas entre arte figurativo y arte abstracto, o el problema de la «realidad» en el arte.

En la misma línea, podemos mencionar su participación en la Bienal de Venecia de 1976, rodeada de polémicas, o la invitación al Primer Encuentro Iberoamericano de Críticos de Arte y Artistas Plásticos, celebrado en Caracas en 1978. Fatalmente, su trayectoria vital e intelectual se vio tempranamente truncada por una larga enfermedad, que acabó con su vida el 23 de marzo de 1981, cuando contaba con apenas 57 años y recién empezaba a respirar la libertad por la que tanto había luchado.

MIGUEL ÁNGEL RIVERO GÓMEZ
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